En esta ocasión, voy a citar un monólogo maravilloso de un
maravilloso cineasta. Woody Allen ha escrito muchas frases y discursos que bien
valen la pena, y aunque su mayoría sean cómicamente grises o pesimistas,
también sabe escribir con fines más bellos. El monólogo que destaco pertenece a
una de sus mejores películas, “Delitos y faltas”. No es de las más famosas,
pero debería, pues trata aspectos de la vida cotidianos con un enfoque distinto,
dándole especial hincapié a la importancia que tienen las decisiones. Y es que
no somos conscientes de que cada decisión que tomamos repercute inevitablemente
en el devenir de las cosas, pequeñas decisiones a priori se pueden convertir en
cambios irreversibles, en vivir una vida distinta a la que habríamos vivido si
la decisión hubiera sido distinta. En definitiva, la mejor comedia y el mejor drama
de Allen en una película bella y única.
Advierto de que no contiene ningún
spoiler, pero adjunto la secuencia donde aparece dicha reflexión, la cual sí
que contiene imágenes que pueden arruinarte la película si no la has visto
(aunque para cuando la veas seguro que se te han olvidado). Que lo disfrutes:
“Todos nos enfrentamos
en la vida a decisiones angustiosas, elecciones morales. Algunas son a gran
escala, la mayoría de dichas elecciones son sobre asuntos vanales, pero nos
definimos a nosotros mismos según las decisiones que hemos tomado. En realidad
somos la suma total de nuestras decisiones, las cosas suceden tan imprevisiblemente,
tan injustamente... la felicidad humana no parece haber sido incluida en el
proyecto de la creación, somos solo nosotros, con nuestra capacidad para amar,
lo que damos sentido al universo indiferente. Y sin embargo, la mayoría de los
seres humanos parecen tener la habilidad de seguir intentándolo, incluso de
encontrar la felicidad en las cosas sencillas como su familia, su trabajo... y
en la esperanza de que las futuras generaciones puedan comprenderlo mejor.”
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