sábado, 10 de diciembre de 2016

MONÓLOGO V - Cadena Perpetua

“Todo se reduce a una simple elección, empeñarse en vivir o empeñarse en morir.”
Que gran frase, que gran película. Bastante he tardado en hablar de esta enorme joya del séptimo arte, que para mí es, sin duda alguna, una de las mejores películas jamás hechas. Si tuviese que decir cuál es mi película favorita, “Cadena Perpetua” estaría entre ellas, y digo ellas porque no podría escoger solamente una. Si no la has visto, no sé a qué estás esperando. Se trata de uno de los casos más injustos que recuerde en los premios Oscar, pues aunque recibió la friolera de 7 nominaciones, se fue en blanco a casa. Cierto es que su rival y ganadora de la ceremonia fue la también increíble “Forrest Gump”, pero es que “Cadena Perpetua”… no sé, no hay palabras para describir esta maravillosa obra. Por si fuera poco, su acogida en los cines no fue muy exitosa, no obtuvo una gran recaudación. No obstante, el tiempo la ha dejado en su lugar, siendo la película mejor valorada de IMDB (el filmaffinity americano), elegida por casi 2 millones de usuarios… casi nada, ¿eh? Y bueno, en filmaffinity es la octava, con un 8.6 de media. Por eso esta película es siempre mi respuesta a los que me piden que les recomiende algo.

Voy a destacar una conversación (no es un monólogo pero me la suda) que mantienen los dos personajes protagonistas, una conversación muy profunda, repleta de grandes frases, y que invita a reflexionar sobre lo más importante de todo: la actitud. Vuelvo a destacar esa cita con la que he abierto esta entrada, “empeñarse en vivir o empeñarse en morir”. Cuanta sabiduría contiene esa frase, pues como bien dice, al final todo en la vida se reduce a ello, a decidir qué rumbo queremos, a luchar o rendirse, a mirar hacia delante o mirar hacia atrás. Nosotros somos quienes decidimos como queremos afrontar la vida, quienes, al fin y al cabo, elegimos si vivir o morir. Y es que esta película habla de esto entre otras muchas cosas, como la amistad, la esperanza o la felicidad. Sus 142 minutos están rebosantes de belleza, auténtica belleza. Sabe encontrar lo bueno en las pequeñas cosas. Puede que pienses que 142 minutos son muchos, pero créeme, se te pasarán volando. Su metraje te atrapa, su dulce ritmo, el transcurrir de sus acontecimientos, su rutina, todo eso acaba introduciéndote en una nube de la cual no quieres bajar.  Te recomiendo que visualices la escena que destaco, incluso si ya has visto la película. Yo no sé cuántas veces la habré visto la película, he perdido la cuenta, pero pese a ello sigo emocionándome cada vez que la veo, e incluso sabiendo lo que va a ocurrir mis ojos no pueden evitar humedecerse en ciertas secuencias. Lo mejor de todo es que cada vez que la veo descubro algo nuevo, escenas que me llegan al corazón de manera distinta a la previa. Hace poco más de dos meses que la vi otra vez, y este momento que destaco fue el que captó mi atención, y es por eso que he decidido compartirlo hoy contigo. La película está plagada de momentazos, de grandes conversaciones, monólogos, de secuencias que son pura emoción, pura belleza, así que es muy complicado destacar sólo uno. Este no es en absoluto el más destacable, pero sí que es digno de ser recomendado.


Te adjunto el vídeo y lo que dicen, pero te recomiendo encarecidamente que veas la escena y luego  si quieres lo leas. Seguro estoy de que volveré a hablarte de esta película, y volveré a recomendarte más sobre ella, pero lo mejor que realmente podrías hacer, más incluso que leer esta pobre entrada, es ver la película, incluso si ya la has visto. Creo que tratándose de “Cadena Perpetua”, nunca se falla.





"-Mi mujer me decía que era imposible conocerme, que era un libro cerrado, se quejaba de eso todo el día. Era muy guapa, yo la quería, es solo que no supe hacérselo ver. Yo la maté Red, no apreté el gatillo pero hice que se alejara, y por eso murió, por mi culpa, por mi forma de ser.
-Tú no eres un asesino, un mal marido tal vez. Puedes sentirte culpable si quieres, pero tú no apretaste el gatillo.
- No, no lo hice, fue otra persona y yo acabe aquí. Mala suerte supongo.
-Si.
- Flota en el aire y tiene que caer sobre alguien, me toco a mí, eso es todo. El tornado me pillo por medio. Nunca pensé que la tormenta durase tantos años… ¿Crees que saldrás de aquí algún día?.
- ¿Yo? Si...cuando tenga una larga barba blanca y no me queden nada más que un par de tornillos me soltarán.
- Te diré a donde iría yo: a Zihuatanejo.
- A Zihuaque?
- Zihuatanejo. Está en México, un pueblecito frente al Pacifico ¿sabes que dicen los mexicanos del Pacifico?.
- No.
- Que no tiene memoria.  Por eso quiero acabar mi vida allí, en un cálido lugar, sin recuerdos. Abriré un pequeño hotel junto a la playa, me compraré una barca vieja, la arreglaré un poco y llevaré a los clientes a pescar.
- Zihuatanejo…
- Me resultaría útil allí un hombre que consigue cosas.
- No creo que sobreviviera fuera de aquí, he pasado aquí más de media vida, estoy institucionalizado, igual que lo estaba Brooks.
- Te estás subestimando.
- No lo creas. Quiero decir, aquí dentro soy el tipo que consigue cualquier cosa, pero afuera ya tienes las páginas amarillas, yo no sabría ni por dónde empezar. El océano Pacifico... ¡joder! Algo tan grande me asusta.
- A mí no. No maté a mi mujer ni tampoco a su amante. Sí cometí errores ya los he pagado, y con intereses. Ese hotel, esa barca, no creo que esté pidiendo demasiado.
- No deberías torturarte de esa forma Andy, no es más que un puñetero sueño. México está en el quinto coño y tú estás aquí, y eso es lo que hay.
-Sí, vale, eso es lo que hay, está allí y yo estoy aquí. Todo se reduce a una simple elección, empeñarse en vivir o empeñarse en morir."







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